20

Nov

2023

Artículo de opinión

Un mundo de festivales

La activación de un volcán es un acontecimiento que suele causar temor; sin embargo, en la isla griega Santorini se recuerda todos los años una erupción volcánica de hace siglos mediante un festival.

Por Enrique Banús. 20 noviembre, 2023. Publicado en el suplemento Semana, del diario El Tiempo, el 19 de noviembre de 2023.

Artículo escrito por Enrique Banús, Felipe Beytía, Ariana Florez y Franco Montoro.

En cambio, en Filipinas, el Festival de las Flores nació tras un fuerte terremoto, con el objetivo de superar el ambiente de desolación. Son dos ejemplos del viejo dicho: si tienes limón, haz limonada.

Los casos mencionados, también son dos ejemplos muy especiales de un amplio panorama universal: los festivales, que aportan vida, animación, desarrollo y riqueza a muchos lugares del mundo.

Podría parecer que exigen una gran infraestructura, una tremenda inversión económica, un esfuerzo de marketing que es posible solo para grandes ciudades de ricos países. Pues bien, Santorini cuenta con un total de 17 430 habitantes -una cifra semejante a la de Pucusana- y la ciudad filipina del Festival de las Flores, llamada Baguio, con 366 000 -que más o menos se corresponde con Chimbote-, en un país con un PBI per cápita menor al del Perú.

También en ciudades todavía más pequeñas y desconocidas hay festivales relevantes. Sin mucho esfuerzo, los autores de este artículo han encontrado eventos prestigiosos en ciudades de unos 45 000 habitantes (Limache en Chile o Épila en España), o incluso 10 000 (Villerupt en Francia) u 8000 habitantes (Ojai en California – los distritos limeños de Punta Negra o San Bartolo tienen ese número de habitantes).

A todos estos lugares, muchas veces en periodo vacacional, acuden miles de visitantes atraídos por el programa musical, teatral o cinematográfico que se ofrece.

Con sus festivales atraen a un número de personas que multiplica por mucho la cifra de sus moradores. Asistentes que pagan su entrada, y además disfrutan de la gastronomía, se hospedan alguna noche en uno de los muchos alojamientos, que las familias del lugar habilitan para el festival, y compran recuerdos para sus familiares y amigos.

Un claro ejemplo es la muestra de cine italiano en la pequeña localidad francesa Villerupt, iniciada en 1947; allí la cantidad de visitantes durante el festival triplica la población local. Este festival, como tantos otros, ha nacido por casualidad. Nació porque un grupo de jóvenes aficionados decidió organizarse para vivir fines de semana de cine, en torno a ciertas temáticas; en 1947 planearon un festival con doce películas en italiano, en idioma original y subtituladas al francés, consiguiendo atraer a un total de 5000 espectadores en su primera edición. Y, lo repitieron – hasta hoy.

Desde hace menos años, pero sumando ya 47, la pequeña ciudad californiana Ojai se abre a músicas del mundo, con una academia para los niños y conciertos con una programación muy diversa, dentro de la música que solemos llamar clásica, muchas veces en fusión con músicas populares de diferentes tradiciones, en un auditorio al aire libre a orillas de un lago sus 8000 habitantes reciben a unos 50 000 participantes; y, ya tienen anunciado el programa para el 2024.

Aquí está el secreto de muchos festivales: encontrar su aspecto diferencial, lo que les distingue y genera públicos fieles, que han encontrado su lugar. Algunos festivales cuentan con una amplia trayectoria; otros son recientes: el de Épila, en la región española de Aragón, se creó hace cinco años. También se dedican a la música y se centran en la música antigua. Otra vez, la especialización, un perfil claro.

En cambio, Limache en Chile, un evento de dos días que atrae a unas 50 000 personas, gira en torno a la música folklórica y la comedia. Con una peculiaridad: incluye un concurso para el que los participantes componen una canción que interpretan en el festival. En Baguio, en Filipinas, también se premia la participación en este evento básicamente callejero y familiar: los niños pintan pancartas que se utilizan en los múltiples desfiles.

Caben también fórmulas misceláneas: en Santorini, aquel festival que recuerda la erupción del volcán, se suceden conciertos, exhibiciones fotográficas, exposiciones de arte, representaciones teatrales y de danza para terminar con un gran espectáculo de fuegos artificiales.

Resumiendo: ya desde hace varias décadas se reconoce que los eventos culturales pueden ser un gran instrumento de desarrollo; un buen ejemplo de esto son los festivales y, como se ha mostrado, incluso ciudades muy pequeñas pueden llevar a cabo grandes festivales, que dan vida, desarrollo y visibilidad. Unos tienen larga vida, pero otros han visto la luz hace pocos años. ¿El secreto? Tener la voluntad de hacerlo, dar con la fórmula, mucho entusiasmo y una buena dosis de profesionalismo. Las redes y el boca-oreja hacen lo demás.

Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.

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